Saturday, September 30, 2006

Como un punto y a parte, negad@ por las ilusiones
y sus súbditos, bombardead@ por una hermandad
de astros digitales y sus millones de estrellas,
vagabund@ entre paréntesis y sin ningún camino:
dormiré desnud@ esta noche.

En algún parque perdido de los sueños,
cazando ruidos autumnales entre las interrogaciones
con las manos en el ocaso
y los ojos hacia la entelequia oscura que me comerá algún segundo,
aquí me entrego, con las piernas entre comillas
y el corazón lleno de tráfico post-algo.

Espiad@ de costumbres y con nieve de abril en la mirada
raneando entre explicaciones vegetales
que sólo la albahaca lila en el jardín presiente,
nonasciente, buscando linaza hipertextual
por los campos inasibles del ciberespacio,
completamente pixelad@, frágil de estado
y la piel hecha una vibración de sentimientos.

Como una pequeñísima dimensión
al final del párrafo inconcluso,
sólid@, líquid@ y gaseos@,
flagelad@ por el ensueño y sus negaciones:
amor,
dormiré desnud@ esta noche.
Allí, pues, camarada de la nada,
entregado igual que un par de palillos chinos
a los dedos de un semáforo,
de pronto te preguntas quien sos
a donde vas y de que canciones vienes,
en que te pareces tanto a los nardos de septiembre
que te han tatuado de cometa indiferente
y han lavado tus pies con tu saliva.

Cansado de estar alejado o retrasado
tantos trillones de años luz
de todo o de todos
tratando de huir en el avión expreso de las quimeras
para no ser herido
por la sórdida voz de la madrugada,
atrozmente solo,
columpiándote en una silla temerosa
del polvo y de todos sus creyentes,
¡al fuego todo!
y mutación de claveles por abrazos.

Eres un brazalete profano
y tan satisfactorio
en la avenida rota del deseo,
fácilmente reparable
a la hora de la rueda
cuando alimentar las cabras de la mañana y
tal vez tratar de encontrar
la solución para esta jaqueca
y todo este tiempo olvidado.

Sunday, September 24, 2006

Demonio de Maxwell

Desciendo de una dimensión de tristeza y negaciones,
cuerpos rosados y anillos lluviosos con ceros repetidos
hasta el gran colapso,
sin calor-alma transferido
desde este terráqueo cuerpo frío a un cuerpo celestial.

Soy alguien estudiado por teorías informáticas,
probabilidades estadísticas y una búsqueda de conciencia
relacionada con mis canales espirituales, versos criptográficos
y amor comprimido en una base de datos etiquetada como sólo
una magnitud física y no un efecto espectro
medido por la parte no utilizada de mi alma,
si bien a veces se idealicen mis canalidades no lineales
y terminen transfiriendo mi poca información pseudoútil
a través de una sola interpretación.

Además soy
un murmullo de estatuas sin piernas
que recorre el universo buscando una entropía paralela
aunque mi nivel poético-molecular sea menor
al de cualquier cuerpo como el mío y me consideren
un juego de cartas mal planeado con energía invertida en un semáforo
o un quark con capacidad de decisión
a la hora de separar enanas blancas de gigantes rojas,
sueños nanotecnológicos de pesadillas astroquímicas
y flores termodinámicas de chacales de la información.



Y no es que me canse de todos estos estudios,
al contrario, ya que también ignoro quien soy,
pero todas estas agujas clavadas a mi esencia
duelen un poco de vez en cuando
y lloro mi efecto cuántico a través de mi conductividad eléctrica,
sin color, ni resistencia, ni elasticidad,
solo mis sentimientos nanometrados y reactivos
que unos ojos admiran con un efecto pluriorgásmico
como si hubieran descubierto el origen de la vida
o fuesen a ganar algún premio incorpóreo y gaseoso.

Así paso mis fotones,
siendo estudiado en un laboratorio
astro-nano-físico-termo-químico-litero-neuro, etc,-lógico
para algún día ser algo de gran valor energético, agrícola,
acuoso, fármaco, gastrónomo, constructivo, informático, atmosférico, literario
y como buen diagnóstico y saludable aporte para un mundo
que aún no realisa su poder de autodestrucción.

Saturday, September 23, 2006

Equinoccio de otoño

El crepúsculo estival se llena de hojas vacías,
algunos conejitos de aire brotan de su pecho
y de su aliento escapan navíos de polen
que como copos de nieve
vuelan sin ningún rumbo preciso hacia el ocaso
por el gran astropuerto de la imaginación.

Del otro lado de la ventana,
mi vecina comienza a archivar flores y plantas
en su invernadero technicolor
acompañado por su esposo
quien la mira autumnalmente:
se hablan entre sí
en un lenguaje de estrellas que mis torpes oídos
no pueden procesar.

Por encima de nosotros,
una bandada de aves migratorias,
sin ninguna prisa, visa o pasaporte,
distinguiblemente cósmicas,
confirman lo que el calendario ha sentenciado:
la bella estación ha muerto, ¡Viva la estación gris!

Yo, haciendo una secante con mi vida austral,
imagino a la princesa primavera paseándose por los tejados
como una gatita traviesa que persigue al amor escurridizo
por los techos de septiembre.

Los grandes ciclos de los hemisferios, planetas, galaxias y universos
juegan en mi jardín
escribiendo un microrelato de ceniza regenadora,
mientras que el viento boreal
llega tocando una guitarra y un bandoleón en gran dueto
con el corcel rosillo del otoño
que silva una canción triste y rota:
es un viejo tango que a galope de sentimientos abandonados
pintan este corazón hecho arena
y que vencido busca abrigo en la hojarasca digital.
Por el mundo voy con sólo una mochila
llena de ángeles secuestrados, sueños enfrascados y deseos que programar,
besos y bendiciones polvorientas de mi madre,
una cartuchera repleta de consejos terruños de mi abuela,
dos cantimploras con abrazos y rosas licuadas que me dieron mis tíos,
un álbum de fotografías crepusculares de las cuales se escapan
una ferocidad taciturna de años que volverán algún año,
arrepentidos y meditabundos,
con el alma entre las piernas.

Pero sobre todo,
hay las miradas silenciosas de mis hermanas y hermanos
escondidas en el mejor bolsillo
de este equipaje claroscuro,
y un cuaderno de apuntes
repleto de imágenes y metáforas detenidas
al borde de la luna y las orillas de la tierra,
una niñez abandonada y seca
como un gran girasol dorado por el sol,
con sus infinitas semillas deliciosas,
adoradas por todos estos compañeros insectos
que en grandes proporciones
danzan y revuelan alrededor
en un radiante rito de Natura,
como en una gran mini-discoteca a modelo escala.

Así, con una escarcela al hombro
que ahora sólo tú y yo conocemos,
por caminos etéreos y desconocidos,
sueños surfeando mares, océanos de asientos,
gentes que nunca terminaré de conocer,
persiguiendo a la muerte y a su origen,
pedaleando en mi bicicleta quijotesca
tras la comprensión y el amor que se ha nublado,
con una música extemporánea en los oídos,
un alma tallada de incertidumbres y presagios,
hecho solamente de lodo, agua, sal, pensamientos,
y múltiples ecuaciones que nunca terminaré de conocer,
de la noche y hacia la noche,
del eco del silencio,
como un fantasma herido por la luz,
sin costumbres, ni buenos hábitos,
lento de ideas y rápido de corazón,
por rutas psicodélicas y palabras estelares,
igual que un sibilino ciudadano del universo,
vestido de paños rotos y una adarga
hecha o de tinta, o de pixeles, o de bits,
cabalgando al tordillo de los sueños
y calzando ideas que han dictaminado como orates,
por el mar, por el cielo, por la jungla, por la tierra,
por el desierto, por el universo,
sin nada más la nada que soy,
como el hombre más triste del mundo en esta joya sumeriana
que aún no conozco,
callo,
me pongo entrópico
y escribo.

Friday, September 22, 2006

a Daniel Valverde,
poeta etéreo.


Allí furtivas, escondidas entre las rocas de la noche,
completamente siderales en lo insonoro,
como un rumor de arpegios rotos,
creciendo, reproduciéndose con el viento
y los andenes que yacen bocarriba,
aformas, descoloridas, igual que sólo andenes,
las mariposas de la intuición
se han parado a beber alma del rocío claudicado.

Míralas.

Hay luces apagadas que nos miran como pájaros
equilibrándose en las cuerdas rotas de sus alas
y sueños que tejen poemas en los sueños echados bajo el sol
como el pan sin levadura de un espejo
o un tiempo esculpido en el mármol sediento
de un poema varado en la playa de la incomprensión,
tal que un pez de luz cuadriculado lanzando un lúgubre hálito
a esta temerosa luna nemorosa que no se ha atrevido a salir
porque sabe que algún día será una cantera terráquea
de miseria como el agua sufrida que busca su refugio
en las tierras boreales de la Tierra.

Escucha.

Incluso el aire tiembla rubicundo
llorando en nuestros pulmones, protestando,
como un amanecer vestido de nubes demasiado sazonadas,
abandonado, desclasado, sin horas alegres,
serpenteando por lo oscuro de la libertad
y refugiándose en pasillos escondidos
y corazones neorománticos, incomprendidos,
destiempados, desgenerados, desidentificados,
universalmente peculiares y con un perfume a misterio
que sólo comprenden los muelles solos al amanecer

¿Recuerdas?

La Pachamama lo sabe.
Ella que sigue peleando su guerra de guerrillas diariamente
por librarse de nuestras manos armadas de monedas
y de timones hechos con su savia
y de café y de cigarrillos robados a sus hijos,
en lo marginal, en su simpleza de vagabunda visionaria,
tal que una mariposa de adivino
o una enana blanca que recuerda nuestro futuro
desde su silla antigua y sabia, meciéndose,
reinventándose,
nos adivina y nos instruye.
Conectad@ a una red de telarañas cibernéticas,
palabras, códigos digitales, vórtices de desidia
y de trazos teatrales,
jugando en las líneas antimateriales del fluor-tomógrafo
de un altísimo crepúsculo azul y fantasmal,
que espera como una musa dormida
a su marinero de piedra y vaqueros deshabitados.

El brillante verano indio interactivo conduce;
lleva del alma a los pensamientos
que como amantes confundidos por la luna,
como sinestésicas gaviotas urbanas
inventadas con una aplicación multimedia
se pixelan sobre una alfombra de créditos
y compases melodramáticos.

Largamente imaginados en la repetición absurda
de la rabia o el instinto, dos cuervos se comen las plumas
uno al otro, tratando de romperse las formas,
desafiándose en una esfera donde reinan
tristes guerras grises y discos de videos digitales
con lo último de la urea sistemática
y sustantivos vacíos y verbos corrompidos
y flores que no son más flores,
pero hostiles barras magnetizadas, empujándose,
comiéndose una a otra, como archienemigas,
como zapatos de diferente talla,
y el ruido, el helicóptero espía que nos mira
con un mirador ultravioleta y un gatillo,
una orden suprema de asbesto,
y una esperanza amasada orgánicamente
¿Quién o quienes patrocinan todo esto?

¿Serán los rapaces o las aguas turbias
que en gran caudal cabalgan gobiernos
ciegos de corazón y almas desoladas,
borradas electrónicamente por el ratón de la codicia,
o unos perros sangrientos entrenados
para matar botones resurgentes, sueños digitados
que caen como tiempo muerto
sobre un teclado silencioso y mosquitos marinos
y sitios multimedia donde encontrar campamento
para este joven y viejo cuerpo escondido
entre protocolos HTML, números sin rumbo
y luz que se descifra como pétalos,
libros llenos de agua y tribunales de intelecto
que se pasean en coches descolgados de una percha
de dudosas transparencias, geografía viperina
e historias espejistas que brillan
en los grandes universos del ciberespacio?
La pluie s’appropie de mes pensées
comme les sons qui sonnent dans le vide
et cette lueur caché dans l’univers
de l'automme.



Estriando gotas de lluvia,
desviado,
viajando en la infinidad lúgubre de un paraguas,
como el otoño sediento de sol,
así voy,
rodando entre las extremidades rotas del deseo,
y un sueño de aves oscuras peleándose entre sí
por cambiar una joya
que el polvo ha empañado con su aliento..

Mojado como una canción rota en la tiniebla
o una proyección desestimada de tus ojos,
mi cuerpo proyectado en otro cuerpo
no es más que un caleidoscopio de grietas
clavadas en una ventana autumnal
por el lado equivocado de la hierba
tomando de una copa de vacío
con los huesos heridos de susurros.

Tal que un pedazo de tofu en el silencio,
incomprendido, con los pasos prohibidos,
o una enfermedad de mal sabor
que han guardado para hospitales del conocimiento,
ruedo como un producto en serie
por la noche, sin pies, sin rodillas,
desesperadamente yo contra las negativas,
con sangre de final de septiembre entre mis dedos,
giro y giro y giro y giro
llenando y vaciando agujeros náufragos
sobre las orillas permutadas de la conciencia
y no es porque la luna esté rosada
o porque las estrellas pasen sollozantes.

Es porque el vórtice no se agota de comer niños,
y sus secuaces vestidos de blanco
van detrás de él corriendo por todo el mundo
con sus bocas insaciables, sus grandes fauces
afiladas por la piedra de la codicia

Sé que no digo nada,
sé que no soy nada.
Sólo una gota de polvo
en el anden sucio de la noche
y que tiembla,
y que se desdobla,
como un jalón en los zapatos
o este corazón que ha decidido
quedarse callado en la hierba mojada de tus ojos.

Por eso te escribo,
en este papel virtual e inexistente
que podemos hacer desaparecer
con sólo desconectar esta máquina,
por eso te pido correr durmiendo conmigo,
luchando contra cuchillos que flotan en lo etéreo,
corramos antes que sea tarde
y un perfume de rosas postreras
se apodere cancerígenamente de los gamines
y de sus pequeñas manos
y de sus inocentes ideas,
hagamos algo,
haz algo,
la hora se aproxima feroz y lenta.

Thursday, August 31, 2006

Binarismo

Entre una misma línea y dos nieves,
flotando entre la procacidad del invierno
y la piel gastada del hielo,
por elevaciones y tal vez
alguna muralla que intenta adivinar
palabras tendidas al vacío,
como estelas puestas a secar.

Pudieran ponerse a volar
como gaviotas de enero:
filamentos ínfimos de la imaginación
que graznan buscando algo que comer
al borde de veredas tardías
de revelaciones o de algo que plasmar
entre las rotas mareas de la impertinencia.

El reflejo se compara a otro reflejo,
se trastoca en sobres de luz,
manos de sombra y pies etéreos
que han dejado sabor a silencio
en esta mesa taconeada por la experiencia
de querer ser no siendo,
de creerse un héroe en exilio
o auxilio, el auxilio que tanto
se necesita para cosechar versos en las nubes.

Mírate.
Eres otro hecho de la misma materia,
un intento de experiencia cóncava
que se resiste a aceptar
el lado roto del corazón y flota
herido por el estertor del mediodía,
noqueado por la soledad y un deseo
roído por los ratones de la espera.

La negación por tanto
de una copla o una copa desdichada.
El otro lado según unos,
el equilibrio de acuerdo a otros,
la marea y la espuma
de un ascensor de vino
en medio del tráfico de la tarde,
jugando a ser luna y sol,
noche o día,
cazador y presa.

Monday, August 14, 2006

Tres de la tarde.
Un día X.
Un año Y.
Un nuevo medioevo.

Las angustias cuelgan de las ventanas,
mezclándose con las confusiones,
los gritos interiores insultan estivalmente,
una música liberada del sistema,
resuena en las copas de lo árboles.

En este cuadrilátero donde el sol pena entrar,
todo se contrae, se centrifuga,
creando una ventisca
que hace volar papeles, libros y plumas.

Si todo acabará aquí
o si nada comenzará
sólo le importaría a esta planta de luz
que brilla en una esquina del cuarto.

Pero habrá que salir de aquí,
tal vez algún paseo equilibrado
por las callejuelas de la soledumbre,
e intentar dormir,
aunque la diosa del sueño,
yazca beoda en el cementerio cercano.

Nada pesa.

Busco un espacio donde el cielo sea glorioso,
aunque sea por un momento.

Friday, August 11, 2006

Siempre es diciembre en mi pelo

Carcomido por los lunes a sábado,
que encorvan más mi joroba,
llego a mí mismo,
abro las puertas, las ventanas
y no hay nadie que remoje mis desconsuelos
en agua caliente.

Me quito la ropa y me siento en un sofá,
harto como yo de aguantarme,
ratones escapan de mis glúteos,
cucarachas reptan por mi frente
y prendo la tele para escapar de la realidad,
y que más da,
de mis malas cartas.

Hace días que no veo las noticias
e ignoro lo que pasa de este mundo.
Cambio de canales
como cambiar a quien escucho.

En el 620 hay alguien
que ha matado a sus mejores amigos.
Hago una correlación con mi vida
y me doy cuenta,
que hace mucho,
yo también maté a los míos.

627. En un país muy lejano,
un presidente,
del cual no quiero acordarme,
habla sobre la democracia y la libertad,
acerca de que tan malo es ir en contra de ellas,
cuando en realidad lo único que ha logrado
es violarlas.

633. En el país de nuestros verdugos
todos sueñan en victorias y venganzas,
claman ver niños muertos
y ver su sangre correr por distantes plazas.
Varias naciones los apoyan,
también quieren ser parte
de esta repudiable, bufa matanza.

750. En el ombligo del mundo
mueren cientos, miles,
por defender una causa justa,
la de ser libres y soberanos,
de sólo ser independientes.

Me insulto.

Todo esto me da rabia,
apago la maldita tele
y me odio aún más por haberla prendido.

Montreal 5 p.m.

Montreal.
Cinco de la tarde.
La ciudad es un cuadrilátero
donde el enemigo es uno mismo
y no lo es.
Metrópoli colmada por cuatro millones de almas
cúbicas de indiferencia,
repletas de caballos chúcaros que relinchan
toneladas cuadradas de injurias.

Montreal.
Cinco y media de la tarde.
Los sueños caminan como sombras
sobre los techos de la tarde.
Cascabeles en la cabeza
y combinaciones furtivas de movimientos.
La luz en las palabras,
sombra de su reflejo,
liba nebulosas en un mar de letras herméticas.

Las gentes discurren en eterna soledad,
bolsillos llenos de destellos,
de sonrisas que nadie usa.
Mástiles de indiferencia.
Sólo los cabellos galopan
una alegría que nadie ve.

La dispersión del reflejo arrebata corolas
como si fuese una mirada de yema parada en el pecho.
El único refresco es el menear de los árboles
o un tallo de lava.

Los ojos no son más que diatribas.
Son lo amarillo, lo perdido, lo impotente.

Ocaso

Fiesta del poniente,
finamiento de la rosada ecuación.

Una orquesta de azul despunta el nocherniego;
el nodo resucita un sueño que nunca tuviste.

Allá, allá,
en algún lugar
donde tus ojos nunca llegarán,
eres un nogal en el desierto.

El sol se ha suicidado en el mar.

Aterrizan las primeras estrellas.

La noche de la noche pare millones de noches
y sus trillones de hijos nos rodean.

Sentada al borde de las veredas,
una niña de trapo ríe comiéndose los piojos.
Galopan escarabajos turquesa.

La piel brilla.

La luz se arquea desmaterializada tal vez
por un espejo de agua.
Pero la esperanza fue borrada por un cometa
y desde entonces los canarios lloran
en un idioma que nadie comprende.


La fiesta del poniente.

Coloradas nubes danzan al compás de céfiro,
todo lo austral huye al ritmo de un vals.

En la mortal caza de pájaros plateados,
alguien le ha incendiado la oreja a la razón.

Montreal 7 a.m.

Montreal.
Siete de la mañana.
Hora del veneno.

La ciudad moja sus ojos
en la sopa contaminada,
alimento de lo inmóvil,
toxina de lo orgánico y pensante.

Un taladro etéreo como la daga
que mato al rosal
cabalga los pulmones.

No hay nada más que hacer.
No hay nada más que discutir.

Sólo estas ganas rosas,
ganas rojas,
ganas retenidas,
ciegan a mis únicos centuriones.

Todo se ha oscurecido
en el templo de Ramananda,
y es triste y no lo es.
La indiferencia,
la contaminación parida por millones de personas,
duele en la piel de la mañana.
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