Por el mundo voy con sólo una mochila
llena de ángeles secuestrados, sueños enfrascados y deseos que programar,
besos y bendiciones polvorientas de mi madre,
una cartuchera repleta de consejos terruños de mi abuela,
dos cantimploras con abrazos y rosas licuadas que me dieron mis tíos,
un álbum de fotografías crepusculares de las cuales se escapan
una ferocidad taciturna de años que volverán algún año,
arrepentidos y meditabundos,
con el alma entre las piernas.
Pero sobre todo,
hay las miradas silenciosas de mis hermanas y hermanos
escondidas en el mejor bolsillo
de este equipaje claroscuro,
y un cuaderno de apuntes
repleto de imágenes y metáforas detenidas
al borde de la luna y las orillas de la tierra,
una niñez abandonada y seca
como un gran girasol dorado por el sol,
con sus infinitas semillas deliciosas,
adoradas por todos estos compañeros insectos
que en grandes proporciones
danzan y revuelan alrededor
en un radiante rito de Natura,
como en una gran mini-discoteca a modelo escala.
Así, con una escarcela al hombro
que ahora sólo tú y yo conocemos,
por caminos etéreos y desconocidos,
sueños surfeando mares, océanos de asientos,
gentes que nunca terminaré de conocer,
persiguiendo a la muerte y a su origen,
pedaleando en mi bicicleta quijotesca
tras la comprensión y el amor que se ha nublado,
con una música extemporánea en los oídos,
un alma tallada de incertidumbres y presagios,
hecho solamente de lodo, agua, sal, pensamientos,
y múltiples ecuaciones que nunca terminaré de conocer,
de la noche y hacia la noche,
del eco del silencio,
como un fantasma herido por la luz,
sin costumbres, ni buenos hábitos,
lento de ideas y rápido de corazón,
por rutas psicodélicas y palabras estelares,
igual que un sibilino ciudadano del universo,
vestido de paños rotos y una adarga
hecha o de tinta, o de pixeles, o de bits,
cabalgando al tordillo de los sueños
y calzando ideas que han dictaminado como orates,
por el mar, por el cielo, por la jungla, por la tierra,
por el desierto, por el universo,
sin nada más la nada que soy,
como el hombre más triste del mundo en esta joya sumeriana
que aún no conozco,
callo,
me pongo entrópico
y escribo.